6 de junio de 2012

S.O.S

A veces es el orgullo, a veces es el miedo y otras veces es la vergüenza. O una mezcla de las tres.
A lo largo de nuestra vida podemos tener igual que la historia momentos de lucidez y momentos de oscuridad. Momentos en los que sientes que puedes hacerlo todo y momentos en lo que todo lo que intentas hacer se derrumba. Momentos en los que todo avanza en buena dirección y momentos en los que por más rodeos que des siempre acabas en el mismo punto.
Es en estos momentos cuando hay que saber pedir ayuda ¿Cómo? No existe un mapa, no existe una brújula que nos indique el norte y muchas veces el faro que debe guiarnos a buen puerto no consigue atravesar la espesa niebla. Hay veces en las que ni siquiera buscamos esos puntos de referencia e intentamos avanzar solos sin que nadie nos tienda una mano pero una carga pesada se hace más llevadera si son dos o más quienes la llevan.
Es cierto que existen trances y momentos en la vida que uno debe superar solo, pero ¿quién se permite rechazar una mano amiga con lo escasas y valiosas que son en realidad? ¿Quién no necesita un apoyo, un oído, una mirada, una distracción o un simple abrazo?

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