15 de noviembre de 2013

El campo que no quiso hacer brotar una semilla

Había en la comarca una campesina que cuidaba con mucho amor todos los campos que trabajaba. Todos le estaban tan agradecidos que los frutos que daban los árboles que plantaba eran los mejores de la zona.
Un día, la campesina se topó con un campo sin labrar, yermo, vacío, sin vida. Pero tenía algo. Y desde ese momento sintió la necesidad de ir todos los días, de acariciar su áspera tierra y de sentirla entre sus dedos, de dejar sus huellas en su superficie y de quedarse embobada mirándolo horas y horas.
Entonces, sin darse cuenta, decidió plantar una semilla. La campesina la cuidaba con mucho amor como había hecho con los otros campos. La protegía, la regaba, le dedicaba toda su atención pero el campo, tozudo o inconsciente de lo que hacía la campesina se negó a hacerla brotar. Su corazón de tierra era duro como una piedra.
La joven siguió intentándolo. Una vez, otra vez, una semilla, otra más... Tal fue su obsesión que dejó abandonados a los otros campos haciendo que los frutos que antes eran conocidos por su dulzor y su tamaño fueran ahora conocidos por ser arrugados, secos e insípidos.
¿Por qué malgastaba su vida en ese campo? ¿Por qué desperdiciaba sus energías si era evidente que no quería darle frutos? Se preguntaba la gente. Que lo abandonara, le decían, pero ella no quería. Sin embargo, cansada de ver que toda su dedicación no llegaba a ningún sitio un día se armó de valor y se marchó de ese terreno dejando al campo más vacío y con menos vida que como lo encontró.

Pasó el tiempo y la campesina volvió a ser la de antes. Las noticias de sus dulces y sabrosos frutos llegaron a todos los rincones de la comarca incluso al campo que no quiso hacer brotar una semilla.
Ahora, el terreno observaba con envidia como los pájaros anidaban en las frondosas copas de los árboles que ella había plantado en los campos cercanos. Veía como los niños se balanceaban en las fuertes ramas y como los jóvenes enamorados buscaban cobijo bajo las sombras para besarse sin que nadie los viera.
Sintió una punzada en su duro corazón de tierra antes de que se deshiciera en polvo y fuera arrastrado por el viento. Quizás así pueda encontrarla y pedirle una nueva oportunidad.

7 de noviembre de 2013

Los demás

Cuando te miras en el espejo el reflejo te devuelve una imagen: ese eres tu. Pero por muy grande que sea hay aspectos de tu persona que nunca podrás ver sobre él unos porque están en tu interior y no se pueden observar y otros porque todavía no están ahí. O sí están pero no te has dado cuenta.
¿Y cómo salen, te preguntas? ¿Cómo se pueden ver?
No intentes sacarlos a la fuerza porque no vas a poder.
¿Quién puede? La respuesta es simple: los demás.
Serán otras personas las que harán que salgan a flote todas esas cosas buenas que guardas, todas esas cosas no tan buenas en las que no te paras a pensar, sentimientos, inseguridades, habilidades, debilidades, reflexiones, contradicciones, miedos, nuevos camimos...
Y todo eso que los demás te hacen conocer de ti mismo ¿para qué sirve?
La respuesta vuelve a ser simple: para aprender.