1 de agosto de 2011

Soledad compañera

Desde hace bastante tiempo tengo épocas o días en los que el mundo en general y las personas, también en general, me aborrecen, me agobian y me crean una apatía enorme. Y hoy me temo que es uno de esos días. Tal vez este influenciado por el cansancio, por el calor o por el aburrimiento pero en días como hoy vuelve a mí la idea de desaparecer, de no depender de nada o de nadie, de estar solo. No como en una de esas películas o relatos de ciencia ficción donde por arte de magia o de cualquier tipo de desastre resulta que acabo siendo el único superviviente. Hablo de un espacio, cualquier lugar, me da igual, donde solo exista yo. Es cierto que el ser humano es un ser social, es cierto que desde nuestra concepción vivimos atados a otras personas: familia, amistades, compañeros, parejas… existe, por pequeña que sea, una necesidad de depender de otras personas. Nos complementan y los complementamos. Y nos necesitamos. Pero eso no quita la idea de la libertad, de la soledad. De una soledad compañera ya sea para desconectar, para renovarse o para acabar de conocerse uno mismo. En días como hoy donde mi apatía crece con solo el hecho de que alguien rompa mi silencio lo único que casi me queda es viajar donde solo yo puedo estar, donde mi mente se convierte en reina del mundo y esa soledad compañera juega conmigo entre las sábanas: dormir. Vencerme al sueño, vencerme al cansancio y hacer callar esa vocecita hasta que mañana el nuevo sol traiga la luz que hoy parece haberse desvanecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario