22 de diciembre de 2013

Efecto dominó

Al principio sus fichas estaban boca abajo y no sabían que números les iba a tocar pero en la vida, como en el juego, a veces hay que arriesgar para ganar por eso un día casi sin pensarlo decidieron levantarlas y vieron con sorpresa que los números de uno coincidían con los del otro así que empezaron a jugar.
Si ella iniciaba una jugada él la seguía, cuando uno ponía una ficha el otro tenía la adecuada para continuar y sin darse cuenta se adentraron en una partida que ninguno de ellos quería acabar.
Sin embargo, la partida acabó. Habían jugado sus manos y no quedaban fichas que colocar. Ya no.
Ahora esas fichas, como los recuerdos, descansan una al lado de la otra, de pie, aunque caen sin remedio cuando cualquier pensamiento actúa como una leve brisa. Y caen ellos también.

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