No sabes lo que quieres. Dices querer mucho pero a la hora
de la verdad abarcas… ¿poco? ¿Nada? ¿Por qué? Quizás porque te las das de
valiente y en realidad eres un cobarde apalancado en medio de la nada donde no
hay ni alegría ni tristeza, ni frío ni calor. Una posición aparentemente cómoda
de la que no quieres deshacerte porque tienes miedo a darte de bruces con una
realidad que ves a través de una protección que crees que va a durar para
siempre. Pero eso no es vivir.
No es malo querer muchas cosas. Lo malo es no hacer nada para alcanzarlas, lo
malo es dejarlo todo pasar sin mover un dedo y aun así ahuyentar el sueño
arrepintiéndote una y otra vez de las mismas decisiones erróneas.
Si de verdad deseas alcanzar lo que ahora parece inalcanzable da un puñetazo en
la mesa, levántate y muévete de una vez porque si no lo haces, sin darte cuenta,
llegará un día en el que ya no te podrás levantar y en el que mirarás atrás con
los ojos cansados y verás como todos los momentos que una vez dejaste escapar
vuelven a marcharse esta vez para no volver. Y tú te marcharás con ellos arrepintiéndote como hacías cada noche con la única diferencia de que de esa noche ya no podrás despertar.
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