24 de diciembre de 2012

Navidades egoístas

Permitidme ser un poco egoísta este año. No es que no piense en los demás o que no deseé lo mejor a todos aquellos a los que de una forma u otra os tengo aprecio sea cual sea el motivo. Al contrario, creo que siempre acabo anteponiendo el beneficio de los demás al mío pero bueno. Las cosas no van muy bien ¿qué os voy a contar? Si la mayoría estaréis en una situación parecida. El caso es que como en esta época se suele pedir por el bien, se suele hablar de deseos, de sueños y  de prosperidad voy a pedir por mi primero y por los que tengo más cerca y como seguro que algo sobra ya repartirlo entre todo aquel que quiera aunque sea un poquito. Tampoco pido nada en concreto, pero la cosa siempre puede ir a mejor ¿verdad? Seguro que este año muchas cartas se han llenado de peticiones parecidas y de verdad espero que un trineo y tres camellos sean suficiente.
Intentad ser felices. 

21 de diciembre de 2012

El fin del mundo

En cuanto el reloj dio las doce todos miraron al cielo expectantes esperando a que pasara algo. Una capa de nubes rojizas lo cubrían pero si un meteorito viniera en nuestra dirección se vería, seguro. Otros, a orillas del mar, intentaban seguir el resplandor del faro para buscar una ola gigante surgida de la nada pero lo único que encontraron fue oscuridad. El suelo no tembló, la lluvia no empapó las faldas de la Estatua de la Libertad y la lava ardiente de volcanes supuestamente dormidos no había abrasado hogares ni caminos.
Como era de esperar el mundo no había llegado a su fin y algunos incluso llegaron a encontrarse con la una pequeña sensación de decepción. El mundo tal y como lo conocemos no iba a acabar, pero sí el suyo.
Lo había ido perdiendo casi todo en poco tiempo pero aun así intentaba seguir adelante porque todavía la tenía a ella. O eso pensaba. Se acostó imaginando a los crédulos que a estas horas seguían temiendo el fin del mundo sin saber que el final del suyo estaba cerca. Muy cerca.
Y no fue un meteorito lo que hizo que llegara. tampoco una ola gigante, ni un terremoto, ni si quiera las interminables lluvias ni las furiosas erupciónes de los volcanes más recónditos.
Simplemente una triste llamada de teléfono.

9 de diciembre de 2012

Sin hablar

¿Os ha pasado alguna vez eso de que estáis leyendo o escuchando a alguien y la palabrería, por muy extensa que sea,  no os dice nada? ¿Que se usan palabras o frases que al final están vacías, que carecen de intención y significado real? Pues eso. El silencio a veces dice más. Muchísimo más.