19 de agosto de 2011

Cometas por el cielo

La vida es como aprender a volar una cometa. Al principio solemos necesitar ayuda o apoyo de otros para saber dónde va cada palito o donde tenemos que poner el hilo para que nuestro artilugio surque las nubes, al principio otro más alto y más veloz tendrá que hacerla volar para que, una vez estable, nosotros podamos coger el mando. Sin embargo llega un momento en el que somos nosotros quienes hacemos todo eso. Somos nosotros quienes corremos para hacerla volar, somos nosotros quienes tropezamos y caemos sobre ella o somos nosotros quienes, peligrosamente, nos acercamos a un árbol que acabará por atraparla en sus ramas.
Entonces, sin esperarlo, el viento juega a nuestro favor y la cometa sube y sube cada vez más alto intentando casi alcanzar al sol. Es ahí cuando nos damos cuenta de que no somos los únicos que estamos volando una cometa. De pronto aparecen muchas y diferentes cometas por el cielo que nos rodean, que se nos acercan y que quieren, como nosotros, llegar a lo más alto… hasta que el viento cambia. Intentamos maniobrar, intentamos recoger el hilo pero a veces es inevitable que nuestra cometa se enrede con otras y que caiga estrepitosamente al suelo donde tiempo atrás logramos montarla. A veces la cometa se rompe, a veces el hilo no da más de sí y se rompe en pleno vuelo alejando nuestra cometa de nosotros. A veces es necesario sentarse y, con calma, desenredar toda la maraña y volver a empezar. Volver a correr intentando aprovechar el viento a favor, volver a tropezar seguramente, volver a levantarse y volver a esperar el momento oportuno para soltar nuestra cometa deseando, casi con falsa esperanza, que no vuelva a caer nunca más.

8 de agosto de 2011

Contradicción

Cuando pisaba el lugar que pisamos y
observaba todo lo que observamos,
nacía en mi el deseo de volverte a ver.
Tal era la intensidad de ese deseo que
repetía una y otra vez, sin querer, tu nombre.
Ahora, cuando creo que ya no es así,
dibujo en mi mente recuerdos contigo,
invento una vida nueva, contradigo lo que siento.
Creí haberte vencido, creo haberlo hecho.
Creí haberte olvidado, creo haberlo hecho.
Inmenso es el vacío que a veces me llena .
Olvidarte del todo sería olvidar una parte de mí.
No recordarte sería no recordarme a mí.

1 de agosto de 2011

Soledad compañera

Desde hace bastante tiempo tengo épocas o días en los que el mundo en general y las personas, también en general, me aborrecen, me agobian y me crean una apatía enorme. Y hoy me temo que es uno de esos días. Tal vez este influenciado por el cansancio, por el calor o por el aburrimiento pero en días como hoy vuelve a mí la idea de desaparecer, de no depender de nada o de nadie, de estar solo. No como en una de esas películas o relatos de ciencia ficción donde por arte de magia o de cualquier tipo de desastre resulta que acabo siendo el único superviviente. Hablo de un espacio, cualquier lugar, me da igual, donde solo exista yo. Es cierto que el ser humano es un ser social, es cierto que desde nuestra concepción vivimos atados a otras personas: familia, amistades, compañeros, parejas… existe, por pequeña que sea, una necesidad de depender de otras personas. Nos complementan y los complementamos. Y nos necesitamos. Pero eso no quita la idea de la libertad, de la soledad. De una soledad compañera ya sea para desconectar, para renovarse o para acabar de conocerse uno mismo. En días como hoy donde mi apatía crece con solo el hecho de que alguien rompa mi silencio lo único que casi me queda es viajar donde solo yo puedo estar, donde mi mente se convierte en reina del mundo y esa soledad compañera juega conmigo entre las sábanas: dormir. Vencerme al sueño, vencerme al cansancio y hacer callar esa vocecita hasta que mañana el nuevo sol traiga la luz que hoy parece haberse desvanecido.